El calidoscopio de la informacion
EL LADO OSCURO DE
El calidoscopio de la información
Por Daniel Héctor
La escritura, la imprenta, el teléfono y la computación, son innovaciones tecnológicas que promovieron cambios fundamentales en la historia de la sociedad humana. El hombre, es arquitecto de herramientas que terminan creando su destino.
El antiguo refrán que dice: “una imagen vale más que mil palabras”, adquiere hoy una renovada vigencia, cuando la “cultura visual” invade intempestivamente todos los ámbitos de la sociedad humana.
Un frenético e incesante bombardeo de imágenes, forjado a través de los medios de comunicación masiva (los mass-media), nos sobre-estimula, pero al mismo tiempo nos des-sensibiliza. El sentido de la vista, procesa excitadamente todos estos estímulos visuales, y los proyecta en nuestra “pantalla mental” ininterrumpidamente, aún cuando cerramos los ojos -en la vigilia- seguimos “mirando sin ver”.
La percepción visual es preponderantemente, el medio con el que los hombres se conectan y se entienden con el mundo.
Los medios audiovisuales –digitales- (principalmente la oralidad mediática de
La parafernalia electrónica facilita la percepción, y constituye una verdadera interfase entre la realidad y la comprensión que tenemos de ella, las tecnologías se convierten así, en prótesis o extensiones de nuestros sentidos. Por esa razón todo lo que no esté contemplado dentro de la cobertura mediática, y que no haya capturado la “gran pantalla”, -no existe- para nuestra realidad.
Una realidad que se hace cada vez más virtual, mientras la virtualidad de las imágenes se torna a su vez en hiper-real.
El modelo de mundo que los ojos humanos encuentran ante el gran calidoscopio informacional, esta simplificado, normalizado y predigerido; aún así casi compulsivamente esta “opinión proyectada”, se transfigura en la “opinión personal” de las grandes masas.
El zapping genera una falsa sensación de libre elección, cuando en realidad es la democrática posibilidad de elegir entre lo mismo.
Las empresas audiovisuales de la comunicación, establecidas ya como instituciones sociales, se convierten en el centro de la vida cotidiana de los individuos, y en un entorno permanente para sus actividades, organizando sus rutinas, su economía, su conducta, disciplinándolos, advirtiéndoles de los peligros de la calle, conformando un modelo de comunicación (ultra vertical) que incomunica, aísla al ser humano de sus semejantes, genera desconfianza y autismo social.
Giovanni Sartori sostiene que, profundas mutaciones genéticas están transformando al ser humano “homo sapiens” (acostumbrado al lenguaje simbólico y abstracto de la palabra) en “Homo videns” (que solo maneja el idioma concreto y sensorial de la imagen).
Mientras los problemas de la humanidad cada día se tornan más complejos, el entendimiento humano cada día se empobrece más.
El advenimiento de esta era del neo-burro digital, pone en el tapete una antinomia: la cultura tecnocrática de la pantalla (TV + computadoras) versus la cultura tecnofóbica de la palabra escrita. ¿Libros o alpargatas? ¿Civilizados o bárbaros? ¿Analógico o digital?
Soplando en el viento.
“A las palabras se las lleva el viento”, este dicho de la cultura popular, que curiosamente ni el viento ni el olvido se han llevado, nos hace sentir la imposibilidad de detener el sonido fugaz de las palabras, que una vez pronunciadas se disuelven definitivamente.
En las sociedades antiguas cuando la lengua escrita todavía no existía y el lenguaje oral era el único medio de comunicación entre los hombres, la memoria era el lugar utilizado para almacenar los conocimientos.
La información se organizaba según reglas mnemotécnicas, elaborando figuras rítmicas y rimadas que hacían fácil la repetición oral.
El pensamiento y la memoria entonces estaban estrechamente entrelazados.
La gran cantidad de energía empleada en la repetición y memorización, generaba sociedades conservadoras, poco afectas a los cambios e innovaciones y muy aferradas a sus tradiciones, que eran transmitidas oralmente de generación en generación.
La escritura y el alfabeto, le brindaron al hombre una herramienta eficaz para acopiar sus saberes, una memoria artificial que memorizaba por ellos y los liberaba para la gran tarea de interpretar y reflexionar sobre el lenguaje y el mundo.
El avance tecnológico que significó la escritura frente a la oralidad, generó duras resistencias y rechazos. Sócrates, el mayor sabio de la antigüedad, asumió el rol de gran defensor de la cultura oral. El ateniense no escribía, el practicaba un pensamiento vivo y en acción, amaba la palabra libre y sugerente, su método de llegar al conocimiento era a través del dialogo y en la “crisis” generada en la confrontación de las ideas (mayéutica).
Querer apresar toda la fuerza de este verbo encendido, a través de la frialdad de la palabra escrita, significaba quitarle riqueza y matices a los múltiples conceptos expresados. La verdad solo puede residir en el pensamiento, repetir no es sabiduría, información no es saber, “la escritura es inhumana, y debilita el pensamiento y la memoria”.
El difícil arte de codificar y decodificar el sonido de la voz humana, fue desarrollado por los escribas, que constituyeron castas que transmitían sus conocimientos secretamente, entre círculos cerrados y herméticos generación tras generación.
No está demás decir que la escritura estuvo ligada de arranque, a los sectores de poder, (político, religioso, económico, militar), y que la usufructuaron para consolidar, extender y ejercer su poderío.
La invención de la imprenta en el sigloXV, fue un hecho decisivo, la iglesia y las monarquías, exclusivas depositarias del saber y la palabra escrita, sufrieron un fuerte deterioro en su hegemonía, cuando este “patrimonio escrito” se empezó a difundir e interpretar sin su control. Los libros esparcieron el conocimiento existente hasta ese momento, (acuñado en libros incunables), a un gran número de personas. Los lectores crecieron, y la difusión que posibilitó la imprenta, fue la levadura que gestó nuevos conocimientos que a su vez quedaron plasmados en nuevos libros.
Al mismo tiempo nacía una nueva categoría de individuo, el analfabeto.
Metidos de lleno en este tercer milenio, cuando la cultura digital lidera todos los procesos de la comunicación, cuando el libro, la prensa, el teléfono, la radio, el cine, la televisión, la informática conviven, y hasta se superponen, pero no se reemplazan; es necesario apuntar entonces que: 1.500 millones de habitantes del planeta no saben leer ni escribir, y viven en la cultura de la “oralidad”.
Suponer la superioridad de la cultura escrita o mas aún la supremacía de la cultura digital, es considerar al 20 por ciento de la población mundial como seres inferiores y condenarlos a la categoría de ciudadanos de segunda clase, mejor es reflexionar y esperar que el desarrollo omnipotente de la técnica, no vaya de la mano de la ambición y la avaricia de los poderosos, no sea que la criatura tecnológica se termine convirtiendo en un Franskenstein digital.